Bitcoin fue concebido con una idea fundamental en su núcleo: ser una moneda digital descentralizada, libre del control de cualquier banco o gobierno. Este principio ha sido, desde 2009, su mayor atractivo para los entusiastas de las criptomonedas. Sin embargo, la realidad actual muestra que esta descentralización está siendo desafiada por una creciente centralización en varios frentes. La pregunta clave que debemos hacernos es: ¿Y si este cambio, que muchos temen, fuera en realidad necesario para que Bitcoin alcance la adopción masiva?
El ideal de que cualquier persona pudiera minar Bitcoin desde su casa con un ordenador personal es una reliquia del pasado. El proceso ha sufrido una rápida industrialización: en 2009, era posible usar una CPU para participar en la red; para 2010, ya se había lanzado el primer "pool" de minería (Slushpool) para combinar recursos; y en 2013, la llegada de hardware especializado conocido como ASICs (Circuitos Integrados de Aplicación Específica) transformó la minería en una industria hipercompetitiva dominada por enormes granjas de servidores.
Esta industrialización ha llevado a una concentración de poder alarmante. Solo un puñado de "pools" o grupos mineros controlan la mayor parte del poder computacional de la red. Datos recientes muestran que Foundry USA y AntPool juntos controlan más del 50% del hashrate total. De hecho, los seis principales pools de minería controlan colectivamente el 90% de la red.
La razón de esta concentración es puramente económica. Como explica un analista, es como una competencia para resolver un cubo de Rubik digital por un premio en efectivo; un premio dividido entre muchos es mejor que ningún premio. Teóricamente, esto representa una amenaza significativa. Si un grupo logra controlar más del 50% del poder de cómputo, podría llevar a cabo un "ataque del 51%", lo que le daría la capacidad de manipular la cadena de bloques, impidiendo que nuevas transacciones se confirmen o incluso revirtiendo transacciones, lo que se conoce como "doble gasto". Esta realidad industrial choca frontalmente con la visión original y distribuida de Satoshi Nakamoto. Sin embargo, esta concentración industrial, aunque teóricamente peligrosa, también ha sentado las bases para una infraestructura de nivel institucional, atrayendo a un tipo de actor completamente diferente al ecosistema de Bitcoin.
La centralización no solo está ocurriendo en la minería, sino también en quién posee Bitcoin. El lanzamiento de los ETFs de Bitcoin al contado en enero marcó un punto de inflexión. Estos instrumentos permiten a cualquier persona ganar exposición al precio de Bitcoin a través de cuentas de corretaje tradicionales, eliminando las barreras técnicas de la autocustodia (gestionar wallets y claves privadas), lo que ha provocado que gigantes de Wall Street se conviertan en algunos de los mayores poseedores de la criptomoneda.
Para ponerlo en perspectiva, estos son algunos de los mayores poseedores de Bitcoin en la actualidad:
Sin embargo, es crucial hacer una distinción fundamental: hay una diferencia entre la concentración de la riqueza y la centralización del protocolo. Como lo expresó un usuario en un debate en línea: "Puedes poseer el 99% de todo el bitcoin y no tienes más control sobre la naturaleza descentralizada de la cadena". Este es el núcleo de la resiliencia de Bitcoin. A diferencia de las acciones de una empresa, donde un accionista mayoritario puede forzar cambios, la propiedad de Bitcoin no otorga poder de gobierno. Las reglas del protocolo son verificadas y aplicadas por una red global y distribuida de miles de nodos, la mayoría de los cuales son operados por individuos. BlackRock puede poseer una fortuna en BTC, pero no puede obligar a estos nodos a aceptar un cambio que altere el suministro de 21 millones.
Aquí llegamos a la idea más contraintuitiva: ¿Y si esta creciente centralización no es un error del sistema, sino una característica necesaria para el crecimiento futuro de Bitcoin? Para que la criptomoneda se generalice y sea adoptada por el público masivo, necesita "comprar" la confianza de Wall Street y de los inversores institucionales. Los ETFs y otros intermediarios centralizados y de confianza son, en la práctica, la puerta de entrada para que la gente común pueda invertir de manera fácil y segura.
Podemos trazar un paralelismo con la minería de oro. Esta actividad pasó de ser una búsqueda individual en los ríos durante la Fiebre del Oro a ser una industria dominada por grandes corporaciones. Fue precisamente esta centralización industrial la que permitió innovaciones financieras como los ETFs de oro, que facilitaron la inversión para millones de personas. De manera similar, como sugiere la firma de inversión Bernstein, estamos entrando en una "nueva era institucional de Bitcoin", donde la participación de grandes actores es fundamental para su legitimación y crecimiento.
Como lo resume Dominic Basulto en un análisis para The Motley Fool publicado en Nasdaq, esta aparente contradicción podría ser el catalizador que Bitcoin necesita.